El lunes cuando abrió la puerta de casa a punto estuvo de
pisarlo. Sobre la alfombra yacía un canario amarillo mosaico de fondo rojo que
había -literalmente- estirado la pata. Estabas casi seguro de que no era uno de
los suyos pero...¿cómo habría llegado hasta allí?
Domingo era un hombre minucioso, festivo, alegre y maternal.
Sus pájaros eran su vida y su casa estaba llena de trinos.
Cada día se levantaba temprano y limpiaba las jaulas de la
terraza, rellenaba comederos y bebederos y cambiaba los huevos reales por los
falsos con el fin de que los polluelos nacieran todos a un tiempo una vez
finalizada la puesta. Después preparaba la papilla de ocho cereales con miel y
brócoli, acomodaba en sus manos con infinito cuidado a los pequeños seres rosados y descargaba el
contenido de la jeringuilla hasta
llenarles el buche.
Al cabo de dos hora, cuando terminaba con todas las tareas,
hacía su recorrido mañanero por el bloque.
Ella era metódica en sus horarios.
Entre semana a las 5:45 oía
los primeros trinos a pesar de los tapones y la almohada sobre la cara.
Se levantaba a las 6:00. Después de la
ducha, a las 6:15, su cabeza era ya un
puro estruendo que solo podía consolar con un gran tazón de café con una
cucharadita de miel.
A las 6:30, tras varios intentos frustrados de meditar
contemplando el vapor que ascendía desde la taza , salía de casa echa una
furia, cogía el autobús para ir a trabajar y no regresaba hasta media tarde,
casi siempre para no volver a salir hasta el día siguiente.
Los fines de semana se permitía un ratito mas en la cama
pero nunca consiguió llegar mas allá de las 6:30.
El martes a las siete de la tarde de vuelta a casa, la
primera persona que se encontró fue a su vecino que amablemente le sujetaba la
puerta del ascensor con una sonrisa de bienvenida.
-Buenas tardes.
Notó como la ira le subía hasta la garganta para detenerse,
como siempre, transformada en una forzada sonrisa y un buenas tardes poco convincente. Pero esta
vez podía anotarse un triunfo tan solo por 30 euros de pájaro mas 20 de
mensajería.
El viernes anterior el paquete llegó puntual y sin abrirlo,
fue directo al congelador para terminar dos días mas tarde, una vez atemperado,
en bonito mosaico sobre el felpudo de aquel hombre que- estaba claro-no había
descubierto aún la autoría de tan fúnebre mensaje.
Su vecino tenía facciones agradables, una gran calvicie que
le invadía hasta mas abajo de la coronilla y olía a campo. Llevaba colgado a la
cintura un cinturón con varias herramientas y vestía un chaleco con mas de
media docena de bolsillos.
Hacía bien su trabajo y caía bien a todos en el edificio,
incluido el administrador, por lo que sus intentos de acabar con los trinos
legalmente, hasta ahora no habían funcionado.
-Hola. Los vecinos de abajo se han quejado de una fuga de
agua. ¿Le importa que pase a echar un
vistazo?
La cara del hombre es cada vez mas irritablemente amable y
sin embargo...
Ella quiere decirle que no, que jamás pondrá el pie en su
casa, que ya llamará a un fontanero, albañil o lo que haga falta. Pero solo
puede seguir sonriendo mientras le abre la puerta.
La casa huele a soledad.
Ella deja las llaves junto a su madre muerta en el aparador.
La foto es tan vieja que apenas se distinguen las facciones pero ella las ha aprendido
bien.
Domingo sigue a la dueña despacio observando cada estancia
con actitud profesional de buscador de fugas pero su cara no puede evitar
transmitir su desolación en cada detalle o mas bien en su ausencia.
En la terraza las plantas yacen secas en los maceteros .
Ella las mira con ternura pidiéndoles perdón por tanta dejadez y acto seguido
corre las cortinas con una furia antigua y pesada.
Su pequeño mundo se había hecho cada vez mas pequeño desde
que vino a la ciudad dejando a 2 hermanos varones y un padre trabajando el
campo y una pequeña granja .
Su tía no era una mujer amante de los niños y ella, con
siete años, pensaba ya en tener por lo menos diez.
Aprendió demasiado pronto a llevar una casa pero nunca pudo
llenarla de niños y tampoco de amantes dispuestos a mas.
Su esfuerzo le regaló una plaza de funcionaria por oposición
que fue su único triunfo pero que apenas era ya motivo para levantarse por las
mañanas.
- Este
es el baño.
- ¿Puedo
pasar?
Ella asiente con la cabeza . De espaldas, en el marco de la
puerta, la silueta del hombre llena la
estancia y la impregna de un aroma conocido que la envuelve transportándola a
otro tiempo. ¿Que hace en su casa? ¿Cómo ha podido dejarle entrar?
-Nada de fugas por aquí. Veamos en la cocina.
Domingo sigue a la mujer por el pasillo desnudo con paredes
de papel pintado de hace medio siglo hasta una cocina sin vida.
Sobre la encimera, una caja de raticida solitaria y sospechosa, se adueña de
inmediato de su pensamiento mientras ella le muestra la toma de agua bajo el
fregadero.
-Bien pues... ya me voy. Veo que el problema no está aquí.
De todas formas ya sabe que si necesita algo...
Por la tarde Domingo está inquieto, ni siquiera el chat con
sus amigos canaricultores le saca de su angustia. De pronto los pájaros dejan
de trinar, sale a la terraza y la ve intentado trepar por la barandilla que
separa sus balcones .
Un grito angustiado sale sin saber cómo de lo mas profundo y
asciende hasta la garganta de Domingo.
-¡¿Qué hace?!
Ella, al verse descubierta, entra en casa deprisa
cerrando balcón, cortina y la
frustración de su primer intento fallido.
El miércoles a las 6:45 ella no ha salido todavía de casa
para ir a trabajar .
El llama al timbre una sola vez con el miedo pegado en sudor
por todo el cuerpo y al poco se abre la puerta.
Jadeando , con el
pelo revuelto y un pijama corto de esos
que las mujeres compran con cuidado como
si fuese ropa de calle, a el le parece la criatura mas hermosa del universo.
-Hola, lo siento. Pensé que...Anoche tape las jaulas
...algunos vecinos se quejaban del ruido y ... bueno esta mañana no la he visto
salir . Si quiere la acerco en el coche al trabajo, cualquiera puede pasar una
mala noche...
El viaje hasta la oficina les resulta agradablemente
silencioso. El tiempo se pasa volando.
Es lunes de madrugada y está a punto de amanecer. En la
farmacia de guardia consigue pasar por abuela en apuros a cargo de un nieto
hambriento para comprar la papilla de cereales.
Mientras prepara la mezcla piensa que fue una suerte que no
llegara a saltar aquel día en la terraza. Domingo no tenía la culpa de su
sufrimiento, no se merecía aquello.
Con la jeringuilla cargada de un color amarillo imposible,
se dirige al salón. Esta desnuda, que importa ya...
El la coge con fuerza por detrás mientras ella contempla a
través del cristal los jacintos en flor y la hilera de jaulas llenas de color
que los reclama .
-¿Quien va a dar de comer hoy a los niños?
FIN