Hace media hora estaba
rebosante de satisfacción: en sólo una semana he logrado la venta de tres
coches, aunque la guinda ha sido el último, un Audi9 última generación. Esto
podría valerme el nombramiento como Jefe de Ventas por parte de Enrique, el
director del concesionario, ante las caras verdes de envidia de mis compañeros
Claudio y Damián...Podría, digo, de no ser por la inoportuna llamada de Merche,
mi cuñada. En ella me informa que, por fin, puedo hacer realidad el gentil
ofrecimiento que le hice a Oscar, su hijo, mi sobrino, de uno de mis riñones y
que debo ingresar en La Paz de inmediato.
¡Qué contrariedad!
Una vez llegada allí,
Carmen, la enfermera, me conduce a la sala número 4.
- Aguarde ahí, con sus compañeros,
hasta que se les llame. -y se retira.
Ante mi estupor,
encuentro a Roberto, novio de Amaya, amiga de Merche, un joven de buena
presencia, lo admito, pero que no me cae bien, porque es un oportunista que
pretende sacar tajada de todo. De hecho, me temo que vaya con Amaya porque su
padre tiene más pasta que un torero, así que barrunto que si está aquí es por
sacar una respetable ganancia.
También está Patricia, tía de Oscar, pero por la otra
parte, es decir, de la de Merche, y no de Antonio, que es mi hermano. Y esta
repelente y puntillosa metomentodo ¿qué pinta aquí? Si nunca le he visto menear
un dedo por nadie ni fregar un plato, eso sí, tiene la manía de comer con
cubertería de plata, porque se la friega la muchacha. ¿Acaso pretende dar instrucciones
de cómo he de comportarme antes de que me rajen?
- Buenos días,- saludo a
mis dos interlocutores, que me miran de arriba abajo.
- Buenos días - me
responden esbozando una forzada sonrisa, cada cual a su estilo.
- Y a vosotros ¿qué os
trae por aquí?
- Pues lo mismo que a tí,
Luisa. Donar nuestro riñón para Oscar - suelta Patricia con socarronería-
- ¿Cómo? ¿Vosotros dos
también?
- En principio somos tres
- dice Roberto-, pero también ha sido llamado Carlos. Lo que ocurre es que se
ha marchado porque le han llamado urgentemente del banco de sangre.
¡El que faltaba! me digo
en el colmo del asombro. He visto revolotear a este tipejo en todas ocasiones
habidas y por haber en casa de mi cuñada. ¿Qué busca Carlos ? ¿Por qué Merche
es tan estúpida de contar con este don nadie en una circunstancia así? Aunque
tampoco me explico que cuente con los otros dos...
En ese momento, entra
Carmen, la enfermera, que anuncia:
- Señoras y caballero: Ya
saben que Oscar necesita el riñón, y el chico espera ingresado en una de las
plantas para hacer las pruebas pertinentes antes de proceder al implante. En
cuanto a Udes., el hospital estima y así
se lo pedimos a Merche en su día que era
conveniente que hubiera más de un donante. Por eso están Udes. aquí,
incluso el caballero que marchó a toda prisa, quien ha asegurado que mañana
contemos con él. Sí. Mañana mismo Udes. deben comparecer a las ocho de la
mañana aquí en ayunas, porque tendrá lugar una analítica, que es la que
revelará quién va a ser el donante de Oscar. Por la tarde se le practicará la
extirpación. Muchas gracias a todos.
Los tres nos miramos
perplejos. Mis interlocutores, al igual que yo, guardan silencio. Carmen
sonríe, porque lee el pasmo en nuestra cara, y trata de animar:
- Vamos, vamos. Estoy
segura de que Merche estará muy contenta al saber que los cuatro hayan llegado
hasta aquí, sin mediar excusas. A mi me llena de orgullo contar con personas
como Udes. Les propongo que cenen ligero, se tomen una tila y traten de
descansar lo mejor posible.
La muy cretina, lo suelta
como si tal cosa... ¿Acaso puede estar alguien tan feliz sabiendo que le van a
quitar algo tan importante como un riñón? Por algo está el dicho: cuesta un
riñón. Lo que pasa es que fuí imbécil el día de Reyes, cuando al ir a merendar
el rosco, no llevé nada con qué obsequiar a mi ahijadito del alma. Y y cuando
ví su cara interrogante de quince años, no supe qué argüir: "hombre,
Oscar, tú eres mayorcito para juguetes, pero mira, el mejor regalo es una parte
de tu tía: te asigno uno de mis riñones para cuando te llamen, cielo" le
dije con voz temblorosa, ante su sonrisa angelical y la lagrimita de Merche. Y
claro: tenía que llegar el día.
Salimos todos. Nos
despedimos con una forzosa cortesía y quedamos en vernos a la mañana siguiente.
Ya sola y en el coche, me digo una y mil veces que no, que no quiero hacerlo.
No quiero desaprovechar la magnífica oportunidad que tengo en el trabajo, y me
niego a tirarla por la borda. Hay tres riñones más, y tengo que echar el resto
para que desechen el mío. Mi tabla de salvación es la analítica. Así que voy a
informarme sobre los requisitos para que salga desbaratada.
Efectivamente. Ya sentada
ante mi ordenador, descubro con alborozo que una diabetes o un azúcar sumamente
alto es causa para no poder ser donante de riñón. Así que me voy al súper de
abajo, me compro dos bandejas de pastelitos, seis cocacolas y dos tabletas de
chocolate. Me doy un banquete suculento, saboreando de antemano el estrepitoso resultado de mañana... Y ahora
sí, me duermo tranquila.
Llega la mañana. Son las
seis y media. ¡Cuanto me ha costado
conciliar el sueño, por culpa de las cocacolas, pero ya hacia las dos me
dormí de un tirón. Tengo tiempo. Tengo
una sed de camello, pero no pienso beber ni gota, no sea que el agua reduzca el
nivel de azúcar que debo tener. Aunque me siento rara ¿no me dará algo? Espero
que no, pero por si acaso, tomaré la precaución de coger un taxi y no ser yo
quien conduzca. Me ducho y me pongo un conjunto discreto pero elegante. Me
maquillo sin prisa y trato de atenuar las terribles ojeras que observo. Aun me
queda un tiempo. Escucho la radio, a Carlos Herrera y me disipo... Hasta que me
doy cuenta de que son las siete y cuarto. Llamo al taxi. Bajo y aparece en dos
minutos.
Ya estoy en la sala de
ayer. Al tiempo aparecen los otros tres citados. Esta vez saludo a Carlos, a
quien ayer no ví. Este se muestra efusivo,
como si fuese el alma de la fiesta, si a esto se le puede llamar tal.
Roberto le mira con cierta frialdad. Patricia suspira con dramatismo. Al final,
entra una enfermera y anuncia que ella es la encargada de sacar sangre. Yo soy
la segunda. Pero los cuatro aguardamos, hasta finalizar el proceso.
continuará...
Mª Pilar Beorlegui Bariain