viernes, 15 de enero de 2016

La mancha negra


Hoy he recibido la mancha negra. Ha llegado sin previo aviso. No hay escapatoria. 
Primero he sentido en la mano su tacto pegajoso y cuando, después de un rato, me he atrevido a mirar, un escalofrío me ha recorrido entera. Aun suponiendo que todo salga bien, esto es un aviso del principio del fin. La ilusión de que todo continuará igual eternamente, se ha roto de golpe.
Basta una mala noticia de alguien cercano, para cambiarlo todo.
¿Por que pensamos que no vamos a morir NUNCA? ¿Quién nos hizo creer que podíamos escapar a nuestro destino?
La muerte es tan real como la vida pero quizás ninguna de las dos sean únicas, sino que mas bien, conformen juntas una parte de la obra, una sola  página del resto de nuestra historia en este y en otros mundos.
Y si así fuese, ¿malgastaríamos de la misma forma nuestro tiempo sabiendo que aún nos queda mucho para poder experimentar? ¿seguiríamos sufriendo y lamentándonos de nuestra suerte? ¿nos maltrataríamos igualmente ya que habría otras vidas nuevas para volver a empezar? ¿Qué sentido tendría hacerlo? ¿El placer de contentar una y otra vez nuestro propio yo a costa de no explorar mas allá del límite de la comodidad que cada cual se permita?
Es fácil vivir sin pensar hasta que nos llega una mancha negra. Si esta no se hace muy grande y acaba con nosotros, cabe la posibilidad de olvidarla aunque, tarde o temprano, siempre vuelve.
Mientras me preparo para vivir este momento de la forma mas consciente posible sin huir, con optimismo y abriendo mucho los ojos para aprender de ese ser querido que podría ser yo - siento que ya lo soy- abro la mano y dejo caer su contenido . La mancha se diluye entre mis dedos. No hay luz sin sombra ni pintor que se conforme con una sola obra. Todo vale cuando se le da un sentido.
Vivir coloreando permanentemente lo que eres y lo que tocas es un gran reto pero es también la única forma de pintar algo por ti mismo.

miércoles, 13 de enero de 2016

No sé si podré



No sé si podré, dijo el baturro a sus amigas mientras intentaba organizar el año. 

Estaba con la cabeza en cualquier lado. ¿Escribir? ¿Qué ostias? Las tareas domésticas, el tiempo, las obligaciones y el medioambiente, la familia política y la económica, los mapas y los aviones, las consecuencias de la juventud desordenada y el neurotransmisor que nunca funcionó bien. ¿Cómo hacerse un hueco en la agenda para poder escribir con amigos? 

Los minutos eran meses entre los copos de nieve imaginarios que aparecían por la ventana después de ver el tiempo en el Diario de Navarra. ¡Maite tiene razón! La columna de la prestigiosa columnista y poetisa le hacía rever su actitud ante la vida, el baturro estaba enlodado, tapado de excrementos y aun así era capaz de reaccionar y replantearse y apuntarse y esperar su turno para poder, una vez más, formar parte del grupo de aprendices de mago, de prestidigitadores de las letras.

Con la idea en la mente, se puso a escribir como un poseso y al lunes siguiente fue en persona a presentar sus respetos. Maite, sorprendida, le dejó pasar.



Pernando Gaztelu