viernes, 29 de septiembre de 2017

Pamplona Escribe: Today I swear I don't do anything. Nothing at all

Hola Pernando y compañía.



Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que accedí a Pamplona escribe.

No sé cuantos de vosotros seguís en activo y publicando en el blog o si os juntáis alguna vez para charlar y hablar de literatura y/o proyectos.



Por mi parte, después de este paréntesis, me  reincorporo si os parece bien.

También os propongo buscar una fecha para tomar un café y charlar un rato.



Pernando, enviaste un libro con relatos; leí un par de ellos pero soy incapaz de encontrar el archivo, lo he perdido así como las direcciones de email.

Podrías enviármelo de nuevo, gracias



saludos

juan






Pamplona Escribe: Today I swear I don't do anything. Nothing at all

Hola Pernando y compañía.



Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que accedí a Pamplona escribe.

No sé cuantos de vosotros seguís en activo y publicando en el blog o si os juntáis alguna vez para charlar y hablar de literatura y/o proyectos.



Por mi parte, después de este paréntesis, me  reincorporo si os parece bien.

También os propongo buscar una fecha para tomar un café y charlar un rato.



Pernando, enviaste un libro con relatos; leí un par de ellos pero soy incapaz de encontrar el archivo, lo he perdido así como las direcciones de email.

Podrías enviármelo de nuevo, gracias



saludos

juan






martes, 20 de junio de 2017

Today I swear I don't do anything. Nothing at all

--Nothing at all, es lo que dice la canción. Hoy no voy a hacer nada, te lo juro, no voy a hacer nada de nada te lo juro y termino haciendo mil cosas, corriendo de un lado para otro, corriendo como un loco de acá para allá y no me doy cuenta de que quería hacer estoy y quería hacer aquello y claro, como me puse como loca a buscar el vestido este, tenía que comprar el regalo aquel y cuando vino mi amiga de toda la vida me puse a ver el face y me encontré con Vero, con Ale, con Maika, con Carlitos y con Berta que hace mil años que no hablaba y claro mi amiga, con la que quedé se me calentó y le dije que listo, que quedamos otra vez y me di cuenta que se me hacía retade para ir a la depilación, y claro, le dije que lo cambiaba para el sábado y me dijo que vale y yo me puse entonces loca, porque tenía media horita para pasarme por lo de Lucas a tomar unos mates, unos mates, cuánto hacía que no me tomaba unos mates con Lucas, nunca me los tomé allá y mirá vos que vengo a tomármelos acá. Bueno, la cosa es que se está divorciando el pobre y me viene con un bajón tremendo, que la mina le cuernió o eso cree, pero que no le cree, bueno ese es el problema, la base de todo la confianza, viste, bueno le di dos besos, porque sólo tenía media horita, la que salvé de lo de la depilación y me fue a lo de Berta, que habíamos quedado por el face, está loca, desde que redescubrió su sexualidad (¡a los cuarenta, qué locura! y yo digo que estoy loca, bueno, eso), está hecha una adolescente con lo bueno y lo malo, lo bueno para su novio y el gusto de lo que tiene entre las piernas y ella antes depreciaba o le disgustaba o lo que sea, bueno el hecho es que a mí me quiere para las boludeces de que si a los hombres les gusta esto o aquello o lo que ella no sepa o crea que no sabe, porque al final en gustos cada uno es un mundo y yo qué sé si a su Mario le va a gustar lo que le gusta a mi Carlitos, no tengo ni puta idea, lo que pasa Berta es que me tengo que ir corriendo corriendo, le dije, porque me esperaba mi mamá en la estación de tren, la vieja se vino a quedar unos meses y no podía decirle que no. No es que no la aguante, no me entendás mal, pero es que la vieja siempre ha sido complicada, y cómo estás mamá, le digo y nada más eso empieza con los achaques de la espalda, la artrosis, las penas y penurias, que sí, me interesan porque es mi vieja, claaaaro, cómo no me van a interesar, pero entendeme, que tenía cenita con Carlitos y no tenía tiempo para eso así que me arreglé como pude mientras me contaba de la enfermera, de la doctora y esas cosas que a ella le encanta contar con lujo de detalle mientras yo me planchaba el pelo y me ponía toda encorsetada para que al Carlitos no le parezca que engordé tanto este invierno, que vaya invierno, lo bien que se come acá, ya sabés. Bueno, eso te cuento, sé que íbamos a quedar, que te dije que sí, pero se alargó la noche, salimos, ya sabés cómo es Carlitos a la hora de convencer, me enganchó en la suya y caí, siempre caigo aunque llevemos un lustro separados, ya sabés, soy débil. Siempre digo una cosa y al final... No iba a hacer nada, no iba a hacer nada, te lo prometí, nada de nada y mirá, acá estoy en la comisaría esperando a que vengás a buscarme. Decí que ahora dejan mandar whatsapps, se lo cambié al guardia por la llamada, esa que daban antes en las películas, ¿viste? Ahora te dejan mandar un mensje y decí, que sino, no me habías hecho caso... ¿A qué hora podrás venir? A Carlitos le partieron la nariz en la discoteca anoche y a mí me metieron con él por quilombera... bueno, ¿vas a poder venir? Contestaaaameeee, eso es lo malo de esta mierda de mensajes, no sabés si... Ah, sí, si lo marca en azul..
Daale venite...

--Ya voy para allá, nothing at all... qué boluda sos...

miércoles, 7 de junio de 2017

Gigantes en Marte

Cuando descubrimos que podíamos vivir del mismo modo que en la tierra, comenzamos a consumir más energía de la que podíamos generar y tuvimos que diseñar y montar monstruos gigantes como lo hacíamos en el planeta esmeralda.



Nos llevó mucho menos tiempo darnos cuenta de que todo lo que habíamos logrado no valía nada. Aquellos gigantes se apoderaron de nuestras mentes y comenzaron a dominarnos. Creo recordar que alguien alguna vez escribió sobre esto o algo parecido, se hizo famoso, aunque no estoy muy seguro, a mí me parece una locura. El hecho es que los malditos gigantes se apoderaron de nuestras mentes de un modo que no podré explicar nunca, incluso hoy sigo con miedo aunque ya estoy de regreso en la tierra. Nadie de nosotros ha podido volver a marte. Están por todos lados, se han adueñado del planeta rojo y nosotros, que queríamos paz y tranquilidad, hemos tenido que conformarnos con volver a este estúpido planeta esmeralda lleno de energía fósil...


¿Quién sigue la historia?

lunes, 6 de marzo de 2017

Dukes 92

Dukes 92


Odio la lluvia y en Mánchester no llueve, pero el agua te cala los huesos si no aprovechas para hacer lo que tienes que hacer y ponerte a cubierto. Tardarán un buen rato en encontrarlo, a nadie le gusta mojarse y menos a la guardia costera en invierno. Voy al Dukes 92, está bien, somos todos buena gente los que paramos allí, además desde aquí podré verlos llegar...




Al entrar al Dukes 92 siento un pinchazo en el pecho. Me ahoga, no puedo respirar del todo bien. Puede que sea la ansiedad, la ansiedad que me produce asesinar. Pero es mi oficio. Vivo de esto y no me va del todo mal.
Pasados cinco minutos, vuelvo a sentirme bien. Pido un whisky solo y me dispongo a esperar la llegada de la chusma....
Ya llevo un rato aquí y no viene nadie.
La ansiedad ha desaparecido con el segundo whisky y empiezo a sentir satisfacción por el trabajo bien hecho, aunque esta vez no haya sido el primero en disparar.
«Me estoy haciendo mayor», pienso, mientras pido otro whisky. Miró por la ventana. La lluvia sigue cayendo, imagino su sonido monótono. Dentro del Pub la misma música de siempre marca también una rutina.
Está tranquilo hoy el Dukes 92. Apenas media docena de personas. Todas conocidas.
¿Todas? No registro una silueta oculta en la oscuridad del fondo...
Joder pero si es aquella puta, la que trabaja en el club Lanstrom. Estuve un par de veces con ella. La muy zorra me robo la cartera.
Sí, lo confieso: celebro cada asesinato con un polvo en el Lanstrom. Las putas me tienen miedo, lo puedo ver en sus ojos cuando me las estoy tirando. Supongo que perciben en mi piel el aroma metálico de la sangre recién derramada.
A estas horas el cadáver ya habrá pasado el puerto de Liverpool y estará flotando en el mar de Irlanda. Y yo aún no lo he festejado como es debido. Aunque, con un poco de suerte, me podré ahorrar la visita al Lanstrom.
En cinco zancadas me planto frente a ella. Aprovecho su desconcierto para atacar primero:            
—Bonitos pendientes. ¿También los has robado?
—¿Robar yo? Sólo cojo lo que me corresponde de gente que no se lo merece...
—Hueles bien, tienes buen gusto. Eso es bueno.
—Tú hueles raro, me recuerdas a algo pero no sé a qué. ¿Qué buscas hablando conmigo? No creo que sea tu tipo, vistes demasiado bien.
—Vaya, además eres observadora. Creo que te has ganado un buen polvo esta noche...
—Ni lo sueñes. Los tíos como tú me dejan mal sabor de boca, y no lo digo por lo que tienes allí abajo..., que igual no vale una mierda. No sé por qué pierdo el tiempo. Que te den, búscate una puta, que seguro puedes pagarla.
—Claro, soy uno más. Del Lanstrom, ¿no te acuerdas? —Kate le mira de arriba abajo como si fuera un extraterrestre, cambio de estrategia—, oye, lo siento. Creo que empecé mal contigo. ¿Te hace una copa? Sólo una, y luego si te parece que te voy a dejar mal gusto en la boca, o lo que sea, te largas...
Kate, sin mirarlo, cogió el abrigo y lo dejó en uno de los sofás con mesa redonda cerca de la ventana que da al canal. Vio que había un vaso de whisky en la mesa.
—Otro escocés, el mío con hielo.

* * *

Un agente de la Scotland Yard, con la gabardina mojada por la lluvia, da vueltas alrededor del barco frente al Dukes 92, repasa el canal y los alrededores unos minutos y luego entra en el local.
Reparo en él nada más entrar. Su mirada se topa con la mía y en un leve instante me doy cuenta de que sospecha de mí.
Escribo mi número de teléfono en una servilleta y se lo meto a Kate en el abrigo, cojo el mío y me largo de allí.
Camino rápido hasta la silga donde vivo. Vuelvo a acariciar suavemente la pistola para asegurarme de que sigue ahí, en mi cadera. Al intentar abrir la puerta de mi habitación veo una nota colgando del pomo:
Al igual que la brisa me lleva, tu corazón me espera. Pásate por el paseo marítimo a eso de las diez.
.-Parka”.
“¿Parka?, ¿Quién diablos es Parka?”, me pregunto.
Entro nervioso, deseando darme una ducha. Rompo la nota en pedazos. Lo tiene jodido ese tal Parka si piensa que voy a acudir al lugar.
Voy directo al baño. Sí, una ducha me calmará y me ayudará a pensar con claridad. No puedo olvidar los ojos del madero que ha entrado en el bar, no lo dijo y aún así no tengo dudas de que era un madero.
Sabía algo, seguro que sabía algo, pero ¿qué?...
¿Y quién era?, puto madero. ¿Me ha seguido? Decididamente me estoy haciendo mayor.
Y la nota, esa nota una y otra vez en mi cabeza. Son muchas cosas, muchas cosas a tener en cuenta y poca agilidad en mi mente. Estoy lento, algo no va bien.
Voy al salón y me sirvo un whisky, otro más. Ya he perdido la cuenta de los que llevo hoy.
Y todavía es temprano.
Toc. Toc. Toc.
Suena la puerta, ¿Parka? ¿El madero?

* * *

—Ey, ¿cowboy, estás ahí?
No hay mirilla en la puerta, la tentación es muy fuerte. Estoy perdiendo mis propios códigos, la tentación de ver si es esa puta es insoportable, no debería, no debería pero era una voz de mujer, no tengo dudas, es la puta... Abro la puerta.
El hijo de puta del madero tiene a la puta sujeta por el brazo y me apunta con una pistola. Ha encontrado el papelito, ha preguntado y ha seguido el rastro. Malditos sabuesos, les pagan una mierda y aún así son capaces de encontrar a los malos, o lo que ellos creen que son los malos, porque ese idiota de gabardina oscura no tiene ni puñetera idea de lo que soy capáz.
—Cowboy, eres demasiado gilipollas para ser un tío duro, como dice esta puta...
—Oye, un respeto.
—Lo siento chica, pero hay que aceptar lo que uno es —le digo sin más a la perra que parece disfrutar cómo le retuercen el brazo, se lo merece, pienso, mientras oteo el pasillo y le hago señas al madero para que entre con la puta.
—Serás hijo de puta —me responde. Desagradecida, pienso. Si hubieras aceptado mi propuesta y este madero no hubiera aparecido.
—¡Calla zorra! —suelta el idiota de la gabardina mojada y la lanza contra una de las almohadas que adorna mi cama. —Tú, cowboy, no hagas nada estúpido, mi compañero está abajo oyéndolo todo y yo tengo el dedo en el gatillo...
—Eres idiota, madero. ¿Qué buscas?
—A ti. ¿Por qué dejas tu teléfono en el abrigo de esta puta y te largas de la escena de un crímen?
—¿Escena de qué? Oye, sargento, Kate y yo nos conocimos y por eso tenía mi teléfono. ¿Qué le has dicho?
—Eso mismo, eso... —espeta la puta. Entonces no ha sido, ella, todo es una gilipollez del madero...
—A mí no me engañas. Llevamos tiempo siguiendo a tu gente, llevamos tiempo siguiéndote —¿mi gente? ¿siguiéndome? Este tío no tiene ni puta idea...
Le dejo hablar. Me confunde con un retardado que tiene una banda, al parecer se reunen en el Dukes 92, vaya suerte la mía: un grupo de idiotas con un líder que se parece a mí y un madero que cree haber encontrado a los idiotas gracias a mi puta...
—Y soy inspector, ¿vale? Inspector Hornimmans, Ethan Hornimmans.







(Relato conjunto Pamplona Escribe)

Arantxa Murugarren
Josemi Maruri
Kela Corrales
Maite Zazpe
Per Gaztelu