A tu contacto dulce otoño, con mis
sentidos,
rebervera entero mi ser conmovido;
siempre fuiste en mi fuero bien acogido,
aunque conservas el magistral poderío
de sorprenderme como recien surgido.
De mañana, la tierra fuma la tenue
neblina
prodigando inasibles tules a la
naturaleza dormida;
y cuando se esfuman los sutiles lienzos
un despliegue de vegetación extasía mi
mirada:
los árboles, como soldados en formación,
según especie,
presagiando el fatal destino de sus
caducas hijas,
se obstinan en mostrar el esplendor que
encierran
en un alarde apasionado con tintes
dorados, naranjas y carmesís,
olvidando su verde inmadurez;
en el culmen de su frenesí, irrumpen en
lágrimas postreras
que oscurecerán nuestras pisadas y el
aguacero...
Atardece; los cielos cobran impactantes
retazos de pintor que desvaría,
porque los genios sorprenden y
sobrecogen; como estos cielos,
obra de un creador único que estremece mi
pupila;
me seducen con su magia multiforme y colorista
provocando los sueños más inusitados: soy
amazona que cabalga
entre nimbos desafiando al viento, con
increíbles saltos de uno a otro,
surcando continentes, alcanzando el
confín del mundo...
Evoco otros otoños cuya brisa huele a
borrasca y el viento rezuma lluvia,
incitando a los enamorados a tomarse del
brazo,
a inclinar sus cabezas a unísono para
sentir el pulso del amor
y a responder al incendio de sus labios y
mojarse en el agua de su boca.
Otoño dulce, ardiente y cargado de
ensueño:
que tu presencia colme mi sed de absorber
belleza
y cargarme de sensibilidad cuando mi ser
se halle inerte, indiferente.
- Mª Pilar Beorlegui Bariain
Pili, ¡qué bonito! Hasta hoy no lo había leído con calma. Sensibilidad y belleza es lo que me transmite, igual que la autora.
ResponderEliminarMuchas gracias, guapa. Hace montón de años (ocho o nueve) que lo escribí, y creo que tenía otra vena más fuerte e imaginativa
EliminarEs hermoso
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