martes, 27 de octubre de 2015

Montañas sin miedo

Andaba a buen paso dejándome llevar por la alegría de la mañana. La silueta de la montaña se veía muy cerca rodeada en su base por un mar de nubes. Era el momento perfecto del año, ese en que la
tierra comienza a recogerse y  se prepara en silencio para una nueva gestación. Rojos y ocres adornaban la mirada.
Jamás había subido una montaña en grupo . Podía sentir la energía de aquella gente a mi lado. Alguien dijo que era mejor dosificar el agua durante el recorrido y sobre todo no pararse a beber delante de los niños, organizarse para poder llegar todos bien.
Al principio las conversaciónes animadas y las canciones de los más jóvenes nos acompañaron. Pero poco a poco la respiración agitada en los repechos, alguna tos y los pasos de cadencia pesada se fueron imponiendo. Los primeros marcaban el ritmo. No querían que se hiciese de noche antes de llegar. Pero todos no podían seguirles así que, de vez en cuando paraban para reagruparnos.
Cuando las fuerzas de los más débiles empezaron a flaquear, cada uno buscó su estrategia para seguir adelante. Hubo una parada donde compartimos lo que llevábamos en las mochilas pero no duró mucho. No podíamos permitirnos el lujo de ceder al cansancio y retrasar la marcha.
Al cabo de un tiempo que muchos no supimos contar; se empezó a divisar nuestro objetivo. Nos hubiera gustado echar a correr con el ultimo impulso, todos a la vez, gritar y abrir los brazos para hacernos notar, celebrar nuestra hazaña, saltar.
Sin embargo las condiciones del lugar lo impedían . Tuvimos que llegar  discretamente en pequeños grupos. No renunciamos a inmortalizar el momento con una foto . Uno de los  los guías sacó una cámara que había cargado durante todo el viaje  para esta ocasión.
Lo habíamos conseguido. Estábamos exhaustos pero felices.

El día 25 de octubre subí con mi familia el monte Baracea en los pirineos navarros. No había subido un 2000 desde hacia 20 años. Celebrábamos el 25 aniversario del grupo Scout al que pertenece mi hijo. Fue duro y se que no  hubiese llegado a la cima sin la energía de todos ellos.
En cada paso un único pensamiento me acompañaba: no dejaba de ver a los refugiados Sirios caminando hacia la siguiente frontera en busca de un futuro en paz.
Ojalá todos los niños del mundo pudieran crecer subiendo  las montañas sin miedo.

2 comentarios:

  1. ¡Bravo, Susanita!. Es una bonita narración que rememora mis tiempos de montañera y además deja espacio para recordar a los desfavorecidos que luchan denodadamente por vivir. Un abrazo

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