domingo, 22 de febrero de 2015

Prueba de amor


En el andén del metro ella mira el teléfono y lo guarda en el bolso. Bien. Tal y como acordaron, ni un whatsapp en siete días.
El no quería ser uno de esos que salen en las noticias que asesinaban a sus parejas por celos, estaba seguro de que su amor podía perfectamente aguantar una semana sin ningún tipo de contacto.
De pronto ella recuerda que ha olvidado el billete y se apresura de vuelta a casa. No quiere perder este tren.
Se imagina a sus padres esperando en el banco de la estación del pueblo, habrán llegado hasta allí en taxi  y esta será su única salida del año, sin contar las visitas cada vez mas frecuentes al médico de ambos.
Hace tiempo que su madre dejó de ir a la peluquería, mas que nada por no tener que escuchar el parloteo de la peluquera y los chismes de vecinos que nada le interesaban y a su padre, rara vez se le veía por el pueblo fuera de su cita habitual para comprar el pan y el periódico.
Los años tan solo dejaron huella en sus cuerpos ahora viejos y cansados pero seguían siendo tal y como los recordaba de niña, callados y solitarios como ella.

Sobre la mesa de la entrada está el billete, lo coge y echa un último vistazo al pequeño apartamento en el centro de Madrid que empieza a ser su nuevo hogar. Desde que le conoció, un aire nuevo había comenzado a moverse por su apolillada vida. Los colores, el mobiliario, fotografías de nuevos paisajes descubiertos juntos…
Estaban a punto de dar el paso definitivo y tan solo quedaba la presentación a la familia.
Solo habían pasado dos días desde el inicio de la prueba y el piso con el vacío de él,  se le venía encima así que aprovecharía esta semana para visitar a sus padres y contarles la noticia.
Le hubiera gustado que el lo supiera pero así lo habían acordado y no sería ella la que rompiera el pacto.
Cogió el billete y salió . Llegó a solo un minuto de la salida del tren. Tuvo que gesticular y alzar la voz mas de lo que se había permitido nunca frente a la azafata pero lo consiguió.
Frente a su asiento una sensación extraña le paralizó por un momento. Volver a ver a sus padres le producía al tiempo que ternura, cierto desasosiego.
Estaba anocheciendo. Por la ventana del tren ella ve pasar los campos de Castilla mas deprisa que nunca y piensa que es el ritmo perfecto para definir su vida en este momento.
En su bolso nota la vibración del teléfono. Se alegra de que no sea el y al mismo tiempo siente temor. ¿Y si nunca le vuelve a llamar?
¡Que tontería!
Llevaban saliendo ya seis meses y todo marchaba sobre ruedas. Nada podía estropearlo, ni siquiera sus padres.
Ellos llegaron puntuales a la estación pero el tren no, asi que ese año hicieron una salida mas de las previstas. No llamaron a nadie porque a nadie había que llamar pero acudieron al entierro el panadero y algunos vecinos que se habían enterado por la peluquera del descarrilamiento del tren procedente de Madrid.

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