En el andén del metro ella mira el teléfono y lo guarda en el
bolso. Bien. Tal y como acordaron, ni un whatsapp en siete días.
El no quería ser uno de esos que
salen en las noticias que asesinaban a sus parejas por celos, estaba seguro de que su amor podía
perfectamente aguantar una semana sin ningún tipo de contacto.
De pronto ella recuerda
que ha olvidado el billete y se apresura de vuelta a casa. No quiere perder
este tren.
Se imagina a sus padres esperando
en el banco de la estación del pueblo, habrán llegado hasta allí en taxi y esta será su única salida del año, sin
contar las visitas cada vez mas frecuentes al médico de ambos.
Hace tiempo que su madre dejó de
ir a la peluquería, mas que nada por no tener que escuchar el parloteo de la
peluquera y los chismes de vecinos que nada le interesaban y a su padre, rara
vez se le veía por el pueblo fuera de su cita habitual para comprar el pan y el
periódico.
Los años tan solo dejaron huella
en sus cuerpos ahora viejos y cansados pero seguían siendo tal y como los recordaba de niña,
callados y solitarios como ella.
Sobre la mesa de la entrada está
el billete, lo coge y echa un último vistazo al pequeño apartamento en el centro de Madrid que empieza a ser su nuevo
hogar. Desde que le conoció, un aire nuevo había comenzado a moverse por su
apolillada vida. Los colores, el mobiliario, fotografías de nuevos paisajes
descubiertos juntos…
Estaban a punto de dar el paso
definitivo y tan solo quedaba la presentación a la familia.
Solo habían pasado dos días desde el inicio de la prueba y el piso con el vacío de él, se le venía encima así que aprovecharía
esta semana para visitar a sus padres y contarles la noticia.
Le hubiera gustado que el lo
supiera pero así lo habían acordado y no sería ella la que rompiera el pacto.
Cogió el billete y salió . Llegó
a solo un minuto de la salida del tren. Tuvo que gesticular y alzar la voz mas
de lo que se había permitido nunca frente a la azafata pero lo consiguió.
Frente a su asiento una sensación
extraña le paralizó por un momento. Volver a ver a sus padres le producía al
tiempo que ternura, cierto desasosiego.
Estaba anocheciendo. Por la
ventana del tren ella ve pasar los campos de Castilla mas deprisa que nunca y
piensa que es el ritmo perfecto para definir su vida en este momento.
En su bolso nota la vibración del
teléfono. Se alegra de que no sea el y al mismo tiempo siente temor. ¿Y si
nunca le vuelve a llamar?
¡Que tontería!
Llevaban saliendo ya seis meses y
todo marchaba sobre ruedas. Nada podía estropearlo, ni siquiera sus padres.
Ellos llegaron puntuales a la
estación pero el tren no, asi que ese año hicieron una salida mas de las previstas. No llamaron a nadie
porque a nadie había que llamar pero acudieron al entierro el panadero y
algunos vecinos que se habían enterado por la peluquera del descarrilamiento
del tren procedente de Madrid.
que trágico ,salir para un funeral
ResponderEliminarMuy bueno ese final! Dolor, sorpresa y tragedia! Me ha gustado mucho!
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